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Friday, March 20, 2015 (read 1393 times)
Cell Phones in the Classroom?
by LaurisA few weeks ago we took a look at the decision, the dichotomy, the debate, and the duality between paper books and eBooks. My personal inclinations ended up slipping into the discussion as usual which exposed my passion for paper books, but let's try to be fair here.
As a teacher with thirty years of experience teaching Spanish as a foreign language, I must admit that my professional deformation is quite strong, and that although the abundance of electronic gadgets out there certainly peaks my curiosity, it’s just not natural for me to move among screens. But we must face the facts; the generations posterior to mine are already digital generations. A touch screen is as normal for most young people as a pencil and paper are for me. Young people today have a nearly magical sense of how to take advantage of the possibilities that these devices offer. I understand that it’s not so easy for me and I admit with some resignation that it’s a big problem.
Until not long ago, high school teachers fought tooth and nail in a losing battle with cell phone use in the classroom. The first thing you heard in class was: “please turn off your cell phones”. I even heard of private schools –with technology budgets far superior to those of public schools- that even installed frequency blockers which disabled cell phones within the school facilities.
Today it’s hard to believe that all this was going on not so long ago. Younger observers find it all kind of funny now.
If we’re going crazy to make sure that learning is attractive, interesting, effective, and relevant all at the same time, then why are we shutting out something that’s so common to the daily lives of our students? We have to recognize and accept that, in the case of cell phones, tablets, and laptops, these devices offer the possibility of immediately accessing material and information that can clearly enrich and give meaning to tasks assigned in the classroom.
Fortunately we’re seeing more and more material specifically designed to be used with these types of devices, which gives them speed and attractiveness that would be difficult to achieve with a paper book or a photocopy, no matter how well-designed it is.
don Quijote has created online Spanish courses at donquijote.com which are based on the use of cell phone apps. And that’s significant. You can’t go against technology in education.
When teachers want to use a song in the classroom, they don’t have to haul in a CD player, photocopies of lyrics more or less manipulated for educational purposes, etc. now they can share a file on students’ devices (avoiding the buildup of physical material that will end up either getting lost or going directly into the round file) so they can see it again later at home if they wish. The same is true for videos, documentaries, film clips, and even with written texts, the most traditional of them all.
The only thing necessary is that the teacher (here I must intone a discreet “mea culpa”) get up to date on the latest in technology to create material and applications to share and to be able to evaluate students online. It’s not surprising that many schools are hiring technology coordinators, who are responsible for the installation, instruction, and maintenance of their IT.
As a person of an advanced age I can remember something that should be considered: when I was a young high school student some math or physics teachers wouldn’t let us use calculators in class because they said that would go against the learning of science. Now I ask, what’s more important, knowing how to correctly find a square root on paper or being capable of think scientifically?
With the necessary preparation on our part as teachers, we can learn to begin our classes by saying “please turn on your cell phones” (and your minds).
¿Usamos o no el teléfono móvil en el aula?
Hace unas semanas hablamos de la decisión, de la dicotomía, de la diatriba, de la dualidad entre el libro electrónico y el libro de papel. A mí, como siempre, se me vio el pelo y mi fetichismo objetual por el libro de papel me dejó en evidencia. Pero como lo cortés no quita lo valiente, y hay de darle al César lo que es del César, pongamos las cosas en su sitio.
Como profesor que lleva más de treinta años en esto de enseñar a extranjeros tengo que reconocer que mi deformación profesional es bastante importante, y que aunque me produce una enorme curiosidad toda la marabunta de aparatitos y artilugios electrónicos que se ven por ahí, para mí no es natural moverme entre pantallas. Pero hay que rendirse a la evidencia y es un hecho que las generaciones que siguen a la mía son ya generaciones digitales; para la gran mayoría de los jóvenes una pantalla táctil es tan normal como para mí una hoja de papel y un lápiz. Ellos saben casi de una manera mágica, cómo aprovechar todas las posibilidades que esos aparatitos ofrecen. Reconozco que a mí me cuesta más, y admito con resignación que eso es un gran problema.
Hasta hace poco tiempo, en las aulas de secundaria los profesores luchaban a brazo partido contra los teléfonos móviles de los alumnos en una guerra inútil. Lo primero que se escuchaba en las aulas -y las de ELE no se quedaban fuera de esa corriente- era: "Por favor, apaguen los móviles". Sé de centros privados -con presupuestos para tecnología superiores a los públicos- que llegaron a instalar inhibidores de frecuencia para inutilizar los teléfonos en el ámbito del centro.
Hoy, este hecho nos produce sorpresa, y a muchos -los más jóvenes- risa.
Si estamos volviéndonos locos para hacer que el proceso de aprendizaje resulte atractivo, interesante, efectivo y significativo al mismo tiempo... ¿Por qué hemos de cerrarnos en cuadro a algo que forma parte de la cotidianeidad de nuestros estudiantes? Tenemos que reconocer y aceptar que, en el caso de los teléfonos móviles, tabletas y portátiles, estos aparatos ofrecen la posibilidad de acceder de manera inmediata a materiales e informaciones que pueden, sin duda, enriquecer y dar sentido a las tareas planteadas en el aula.
Además, y afortunadamente, cada vez existen más materiales específicamente creados para ser utilizados con este tipo de soportes, que les proporcionan una velocidad y un atractivo que difícilmente se pueden conseguir con un libro de papel o una fotocopia, por bien diseñada que esté.
Sin ir más lejos, don Quijote ha diseñado un formato para aprender español en línea www.donquijote.com que se fundamenta en el uso de aplicaciones para terminales móviles. Y esto es significativo. No se puede ir en contra del avance de la tecnología en la educación.
Cuando el profesor quiere usar una canción en el aula, ya no necesita cargar con un aparato reproductor, un cedé, unas fotocopias con los textos más o menos manipulados para los fines didácticos que se persigan... ahora se comparte un archivo con los alumnos, que lo tienen en su aparato -evitando el amontonamiento de material físico que se acaba traspapelando o directamente desechando- y que pueden, si así lo desean, volver a ver más tarde, en casa.
Igual ocurre con videos, documentales, fragmentos de películas... Incluso con textos escritos, lo más tradicional de todo...
Lo único necesario es que el profesorado, y aquí entono el mea culpa, debe ponerse al día en el manejo y optimización de estas tecnologías: creación de materiales y de aplicaciones para compartir y evaluar en línea a los estudiantes, uso de pizarras electrónicas... No es de extrañar que en muchos centros esté apareciendo la figura del Coordinador tecnológico, responsable de la instalación, instrucción y mantenimiento de todas las TIC en el centro y en el claustro de enseñantes.
Mi provecta edad me permite recordar algo que debe hacernos meditar: cuando yo era un jovencito en secundaria, algunos profesores de matemáticas o de física no nos permitían el uso de las calculadoras electrónicas en clase porque decían que iban en contra del aprendizaje de la ciencia... ¿Qué es más importante, saber cómo realizar una división o una raíz cuadrada correctamente en un papel o ser capaz de pensar científicamente de manera adecuada?
Así que, con la preparación necesaria por nuestra parte, aprendamos a empezar nuestras clases con la frase: "Por favor, enciendan sus móviles" (y sus mentes)
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